viernes, 3 de agosto de 2012

Ciudadano de segunda

Hace un par de meses salí con mi mejor amigo; plan de muchas cosas no habían pero ir hasta el parque y volver a su casa era lo mejor para la fiebre de sábado en la noche. Íbamos distraídos, un poco de esa ironía que se nos da bien al estar juntos y uno que otro comentario existencialista; hay que ver cómo nos enferma el sólo hecho de tener que lidiar con nosotros mismos cada día. Somos exquisitamente fatalistas y dramáticos. Delante nuestro iba una pareja de ancianos tomados de la mano; ante la ternura de aquella imagen surgieron los comentarios de cuan hermoso debe ser llegar al final de la vida con ese compañero que escogiste años atrás; lo que debe ser soportar al otro y aprender a amarlo contra todo pronóstico y todo cambio en las distintas etapas de la relación. Sería sólo un comentario, un par de jóvenes conmovidos hasta la médula por una pareja de abuelos que aún van de la mano. No vi venir su pregunta y cuando la escupió no supe qué responder.


- ¿Qué se siente? - preguntó


- ¿Qué se siente qué?


- Caminar de la mano de tu pareja en la calle


No recuerdo la estupidez que respondí, pero sí recuerdo que me sentí avergonzada en nombre de toda la humanidad, mis mejillas ardieron como si me hubiesen dado una bofetada y esa sencilla pregunta tuvo un eco duradero en mí. Mi mejor amigo, no sólo es la mejor persona que conozco, tiene además, como defecto – para muchos - ser un autentico homosexual.


En la era donde ser bisexual es una moda, donde se imponen los estereotipos, donde las nuevas e innovadas generaciones que tienen una extraña fijación por la fragmentación se hacen llamar los revolucionarios de todas las generaciones habidas y por haber; ahora cuando nos llenamos la boca llamándonos “libre pensador” o se nos va el tiempo alardeando de los cosmopolita y evolucionados que somos; hay quienes siguen solapando sentimientos porque a usted y a mi querido heterosexual, nos parece que atenta contra la moral una pareja de invertidos tomados de la mano en la calle a plena luz del día.


No vaya ahora a abrir mucho los ojos mientras lee esto; autoseñalarse con el dedo índice y preguntarse alarmado “¿YO?” porque le digo una cosa: Si, usted.


Mientras usted y yo, bajo la etiqueta de ser heterosexuales, lo que en la sociedad es igual a sentir como es debido; gozamos de la libertad para prostituirnos sentimentalmente con quien nos dé la gana, hay un grupo numeroso de hombres y mujeres que son tratados como ciudadanos de segunda clase porque sencillamente, sienten diferente. Hay un cumulo de personas que se miran con recelo con el metro, que se sonríen tímidamente y se rozan con la punta de los dedos para que aquel fulano de tal no los señale, no se los burle, no los golpee. Te preguntarás frunciendo el ceño ¿Quién va a golpear a un marica en este tiempo? ¿Quién escupe a los putos mariposas, revertidos, cacorros, floripondios y tantas calificativos más para decir que son diferentes? ¿Qué es lo hace a un heterosexual mejor? ¿Qué lo hace distinto? El homosexual es distinto porque siente pasión por uno de su mismo sexo; es un "dañado" un "revertido" y en las iglesias esos curas violadores que esconden su mierda bajo la sotana se atreven a apartarlos de la "casa de dios" - como ellos mismo denominan esos templos donde amparan su perversión.


Entonces yo me pregunto ¿No es mas dañado el heterosexual, dueño de la moral que viola? ¿No es más dañado aquel heterosexual que copula con la mujer del hermano; no es más revertido aquel que siendo del "sexo correcto" golpea mujeres? No sé su criterio pero el mio me dice que hay que ser un gran maricón y un puto sin escrúpulos para andar por la vida violando, golpeando, asesinando, estafando emocionalmente y pisando al otro en nombre de la autoridad moral que me da el ser heterosexual, católico, apostólico y romano.


Que vergüenza me da que tantos de mis amigos tengan que esperar una fecha mundial para salir a las calles tomados de la mano, para sacar el vestido de lentejuelas que guardan por años en el armario y usarlo; que vergüenza que mi mejor amigo no sepa lo que es caminar por las calles de la ciudad con su novio, que vergüenza ese trato de segunda a quienes no van con el mandato divino de amar al que tiene sexo distinto; que vergüenza que tengan que esperar que se aprueben leyes que dan permiso para amarse, que vergüenza que en pleno siglo XXI; los que sienten distinto sean tratados distinto. Yo, con la indulgencia de los moralistas que saben bien como esconder aberraciones; pido perdón.

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