martes, 10 de enero de 2012

La importancia de decir adiós




"La gente siempre se va" ... es lo que se lee en un pequeño letrero que mi amigo Vic tiene en la puerta de su nevera desde hace un tiempo. Nunca antes al leerlo, lo sentí tan propio. Parece que después de verlo por distracción en cada visita, reflexionar un segundo fugaz y encontrar un significado banal, al fin he comprendido que realmente, todos vienen y van. Es válido que sea así, de eso se trata la vida, en eso va la esencia de lo que somos como personas que buscan en los otros parte de los que les falta; a lo largo de nuestra existencia es mucha la gente que pasa por nosotros y son ellos, los efímeros transeúntes de nuestra cotidianidad, los que nos hacen lo que somos, cómo lo somos.
Siempre se van. La ausencia los normaliza y pasan a ser fantasmas de una colección personal, presencias desdibujadas que nos visitan cada tanto para recordarnos sensaciones desterradas bajo la piel, para echarnos en cara nuestra promiscuidad sentimental, nuestra capacidad para adaptar el cuerpo,las ganas y todo lo demás al amante de turno, al mejor amigo de la temporada, al conocido favorito que después se irá y reemplazaremos por otro de mejor sonrisa, de mejor carácter, de mejor conversación. Está bien que se vayan pero sería bueno si antes de escapar nos dicen un merecido adiós. Cuando quien se va, olvida darte una razón para no estar más, lo esperarás cada día hasta que llegue su reemplazo, saldrás cada mañana a la esquina con la esperanza de verle aparecer con las manos en los bolsillos y la cabeza baja, buscas entre las sonrisas de extraños esa sonrisa peculiar, paseas como alma en pena por las mismas calles que juntos recorrieron para ver si por casualidad, si por un error de su parte, tropiezan otra vez; crees que cada llamada al teléfono traerá su voz, que cada carta en el correo es alguna nota suya garabateada con nerviosismo, esperarás que pase su crisis y vuelva para una taza de café y el compartir habitual.
Pero si ese que abandona el barco antes de zarpar te deja una nota al menos, si con palabras mordidas entre dientes dice por qué ya no te quiere de compañero, si se arma de un poco de coraje para mirarte a los ojos antes de dejarte al lado del camino porque ya no le bastas, porque sobras, porque en su puerta hay alguien más esperando que salgas por la de atrás, porque cansas o porque ya no le diviertes; si pronuncia el adiós que tanto duele, que tantos ideales destruye, que deja el ripio de las horas gastadas en armar planes que no se realizaran; ese adiós que estremece, que deja sin aliento durante días, que carcome las pocas ganas de ganas, ese mismo que te hace amargo, que te vuelve indiferente por un momento, que te aleja, que te estalla, que te sangra; sí lo escuchas, si lo lees, si te confrontan con una merecida despedida, entonces aunque duela, a la mañana siguiente sabrás que estás en la obligación de recomenzar, que en la esquina verás al vecino de siempre, que el teléfono estará en huelga un par de días, que las notas del correo serán de algún despistado que sabe que existes, que quien se fue, camina ahora por alguna calle con las manos en los bolsillo y la cabeza baja sabiendo que quizá te extraña pero no te quiere más.

PD: Si usted, intimo lector que pasado mañana me abandonará por un mejor "escritor", está pensando en abandonar a alguien, tenga la decencia de decirle adiós ... con el tiempo se lo agradecerá.