lunes, 25 de julio de 2011

Sin un roce mínimo

Salí a caminar en la mañana por el centro de la ciudad. Llevaba un par de días sin volver a la caótica vida del comercio y agitación local, comenzaba a olvidar que al pisar una acera de dicha zona los cinco sentidos se ponen en alerta; es como si se filtrara un sentir multicolor por los poros y las sensaciones van aflorando una a una, van destilando pura vibración, te palpita la cien y por alguna razón el cuerpo se encoge, como esperando que algo suceda, un acontecimiento previsto, un roce mínimo quizá.

Caminé despacio, cual turista en mi ciudad; sorprendida con lo alto que son los edificios que veo siempre, imaginado historias dentro de esas oficinas que se ven desde abajo, preguntándome cuántos mueren en ese hospital que está en la esquina de la Avenida Oriental, escuchando con fascinación el saxofón de quien toca una desconocida canción a cambio de una moneda cualquiera depositada en su viejo sombrero; compro cantidades de caramelos con la única intensión de mirar de cerca el rostro gastado y excesivamente bronceado de los vendedores ambulantes, me pierdo entre quienes pasan junto a mi y me estrujan con brusquedad en medio de la innecesaria carrera por llegar a algún lugar. Sólo puedo encogerme de hombros y sonreír ¿Qué le puedo hacer? Disculpe efímero transeúnte, yo no tengo su afán.

Entré al café de siempre, pedí lo de siempre y me puse a mirar el teatro de la cotidianidad. Miré con atención y exagera curiosidad esos rostros carentes de expresión, esas miradas que resbalan sobre lo que pretender ver sin mirar, esas bocas que se abren con esfuerzo para forzadas formalidades con extraños y esa forma mezquina de evitar al otro, de armar barreras invisibles para evitar un roce cualquiera, un toque que nos ponga al descubierto, un choque entre cuerpos desconocidos que nos deje en evidencia y nos lleve hasta la terrible socialización.

¿Por qué tenemos tanto miedo de mirarnos a los ojos? ¿Por qué nos cuesta tanto sonreirle al otro sin otro interés que ser amables? ¿Por qué la constante necesidad de ser apáticos y aislados? ¿Por qué fruncir el ceño demostrando que nos dolemos por dentro? En la calle la gente tiene miedo de ser gente, tiene miedo de ser devorado por un semejante con sus mismos pesares; tiene miedo de lamentarse a gritos y que le tachen de loco; tiene miedo de ser vulnerable y que el igual se lo coma a mordiscos.

De pronto me sentí triste, tomé de prisa mi café y caminé de nuevo cuidando mis pasos, uno tras otro en línea recta buscando inútilmente la mirada ajena, con la sonrisa suspendida en los labios para quien quisiera hacerme un guiño. Y me cuidé; lamentablemente me cuidé de los empujones, de no chocar, de no alterar los nervios de otro; pude entonces volver a casa sana y salva sin un roce mínimo que me pudiera quebrar.

martes, 5 de julio de 2011

Gira-gira bailarina

Gira-gira opaca bailarina; erguida, templada, contraída y fría baila bailarina.

Gira-gira tímida bailarina en el centro de la tormenta enfurecida; deja tu boca para siempre sellada y no mires a quien te espanta.

No mires ahora bailarina, no te pierdas de vista en el espejo sin reflejo y no grites al silencio.

Le has oído merodear; ha silbado en las noches de insomnio baladas bajo tu almohada que no quieres escuchar, se ha metido en tus sueños para disfrazarlos de realidad y has visto a sus dudas conspirar contra tu apática seguridad, le oyes susurrar mentiras con cara de verdad.

Baila bailarina que se doblan tus rodillas. Erguida, contraída y fría baila bailarina.

Agita los brazos y juega a volar, estira las manos y toca puertas invisibles de cristal.

Gira-gira bailarina, no pierdas el compás, regresa a la nada cotidianidad y sostente arriba hasta que no puedas más, hasta que inventes otra casualidad.

Gira-gira bailarina y no te dejes alcanzar; da más dolor del que puedes soportar y las heridas tardan en sanar. Mira el alma en tus ojos enardecidos para llevarse todas tus voluntades, si abraza quiebra tus huesos y te corta el aire; puede tocarte fuerte, meter sus dedos y que tu sexo estalle, rasgara a mordiscos tu piel, masticará tu carne y lamerá tu sangre.

Gira-gira bailarina. Erguida, templada, contraída y fría baila bailarina

Gira-gira bailarina, no te dejes alcanzar.